sábado, 10 de enero de 2009

Siniestra impunidad (segunda parte)

El lunes amaneció con mal tiempo. Carlos Novello estaba en la enfermería buscando un medicamento cuando llegó una enfermera buscando a un médico para el pabellón 11. Carlos le dice que vaya a Casa Médica a buscar a la doctora Giubileo, la enfermera vuelve en pocos segundos diciendo que no hay nadie en las habitaciones.
“Llamá por teléfono preguntando en los otros pabellones, debe estar atendiendo a algún paciente”.
A las ocho de la noche un grupo de enfermeros y médicos ya estaban muy preocupados por la ausencia de la doctora, sobre todo porque su auto seguía estacionado donde ella lo había dejado el día anterior. Carlos decidió terminar con el asunto y sugirió avisarle al director de la Colonia, el doctor Florencio Sánchez. El grupo se dirigió al despacho del director, pero la respuesta del facultativo sorprendió e indignó a todos.
“Ya mismo le inicio un sumario administrativo por abandono de la guardia médica”.
“Pero doctor...”
“¿No sería mejor avisar a la policía?” preguntó Carlos.
“¿A la policía? ¿Para qué? Es evidente que la doctora se fue”.
“Doctor, el auto de la doctora está en la clínica...”
“Eso no tiene nada que ver”.
“Doctor, la doctora Giubileo es muy responsable, jamás abandonaría su guardia” protestó una enfermera con indignación. “Ella…”
“Siempre hay una primera vez. Ahora vuelvan a sus puestos de trabajo” la interrumpió con brusquedad el médico. “Ah, Susana” Sánchez se dirigió a la enfermera. “Llamá a los albañiles que utilizamos siempre y decíles que vengan. Vamos a refaccionar y pintar Casa Médica”.
Al otro día, la señora Betty Ehlinger de Sequeira, una amiga y compañera de trabajo de Giubileo, llega a la Colonia para comenzar su jornada en la guardería donde se atienden y cuidan a los niños de los empleados. Registra su ingreso y cuando está por dirigirse a su pabellón vuelve sobre sus pasos y pregunta por su amiga a un doctor que se hallaba en el lugar, pero el hombre no sabe decirle si está en la Colonia. A las diez de la noche ya estaba bastante extrañada, ¿cómo era posible que no se hubiera cruzado con Cecilia ni siquiera una vez? “El lunes 17 no concurrí al trabajo, porque mi esposo, que se había ido de caza, trajo un jabalí y entonces todos en casa nos dedicamos el lunes a carnear al animal. Pero el martes me llamó mucho la atención no ver a Cecilia e, inclusive, más me extrañó que ninguno de sus colegas pudiera brindarme alguna información sobre su paradero. Nadie sabía explicarse como se había ‘evaporado’, dejando su automóvil, que tanto cuidaba y que con tantos sacrificios compró. Todos estaban preocupados, aparentemente, todos se preguntaban dónde podía estar Cecilia, pero a 48 horas de haber desaparecido, nadie, absolutamente nadie, había formulado la denuncia. El jefe de personal me dijo que iría a buscarla, pero yo por mi cuenta decidí no esperar más y me dirigí al consultorio particular que Cecilia tiene en Torres. Allí no había nadie. Entonces me dirigí al departamento que tiene en Luján, pero allí tampoco había nadie y días después cuando ingresó la policía, lo encontró vacío, sin rastros de Cecilia”.
Betty no se dio por vencida, alguien le sugirió que consultara con la empresa de micros San José, que es la que hace el recorrido entre la clínica y el pueblo. Se pensó que quizás, como el auto había quedado dentro de la clínica, la doctora podía haber tomado el último ómnibus de la noche para dirigirse a Torres y desde allí a Luján. Pero la empresa le informó que el último micro del 16 salió vacío. Ante esto, el miércoles a primera hora hizo la denuncia en la comisaría de Luján, donde quedó asentada como ‘búsqueda de paradero’.

Continuará...

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